Como he explicado en la publicación de la apertura de Padma, la flor del loto es para nosotros un símbolo de resiliencia. La resiliencia se conoce como la capacidad humana de afrontar la adversidad y superar períodos de dolor emocional. Pero, además de esto, también hace falta generar un aprendizaje respecto de los momentos de crisis. Este aprendizaje tiene que ver con la confianza en sí misma/o y en la propia vida y está relacionado con la adaptación del organismo humano a situaciones difíciles que, a pesar del sufrimiento, puede generar espacios internos de calma y por qué no, de felicidad. En definitiva, se trata de salir fortalecida/o de ese período de dolor, estrés, ansiedad, etc.
Todos los seres humanos somos resilientes de alguna manera ya que todos hemos sobrevivido al nacimiento y a la vulnerabilidad de la infancia. No sólo fuimos dependientes físicamente sino también emocionalmente. El aprendizaje vital de los primeros 6-7 años nos deja generalmente heridas emocionales a las que no sólo hemos sobrevivido, sino que hemos creado un fuerte sistema defensivo (carácter) que nos permite desenvolvernos adecuadamente durante un tiempo.
Pero, nuestro sistema defensivo es limitado. Es posible que nos hayamos aislado de la gente para no sufrir o al revés, vivimos en función de los demás y nos sentimos dependientes. Puede que nos sintamos permanentemente en tensión y a la defensiva o, al contrario, no sabemos poner límites y eso nos hace sentir impotencia e inferioridad. Para algunas personas, la salvación ha sido la excelencia y la autoexigencia, generando a la larga una fuerte carga mental y física que puede derivar en enfermedades, estrés permanente, insomnio, fatiga crónica, etc.
El caso es que la vida nos llama a evolucionar, a ir más allá de nuestro carácter y a encontrar nuevas maneras de transitar las crisis vitales. Esta búsqueda evolutiva es un signo de coraje y el proceso personal consciente que hacemos, es el proceso que genera una resiliencia adulta, decidida y fortalecida. En este proceso nos encontramos con viejas heridas, pero también con nuestras virtudes, muchas veces escondidas detrás de la armadura de nuestro carácter.
En Padma sabemos de proceso personal y, por tanto, de resiliencia. Sabemos acompañar con comprensión y empatía, a la vez que con fortaleza y coraje.
¡Gracias por tu interés!
Paula
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