El sentimiento de soledad es inherente a la existencia humana puesto que somos seres sociales, interdependientes. Vivimos en vínculos con otras personas y esto es mucho más importante de lo que sospechamos. Al comenzar nuestra vida, el vínculo con nuestra madre/cuidador, literalmente ayuda a formar partes del cerebro y a regular nuestro sistema nervioso. Más adelante, la imagen que esa persona significativa nos devuelve de nosotras mismas es la imagen que registraremos como autoimagen. Es decir, nos vemos como nos han visto. Esto es importantísimo en el futuro ya que podemos darle demasiada importancia al qué dirán, cómo me verán, si no tenemos una imagen sólida de nosotras mismas. Luego, con la primera escolarización, hacemos nuestra entrada en sociedad y nos adaptamos al grupo con los patrones que traemos de casa. Así aprendemos nuevas estructuras relacionales y, por ende, nuevos comportamientos.
En todas nuestras etapas vitales, es importante la existencia del otro. Pero ese otro, ¿ha sido una persona acogedora, tierna, comprensiva, amorosa en todo momento? Imposible, ¿verdad? Todas las madres, cuidadores, compañeras, profesoras, etc, “fallan” en algún momento y esos momentos quedan registrados como momentos de vacío interno, de soledad. Cada vez que volvemos a sentir esos momentos de vacío al largo de la vida, nos sentimos solas, nos sentimos vulnerables y muchas veces tendemos a aislarnos, en vez de buscar apoyo y compañía.
Podemos estar en pareja, en familia o con amig@s y sentirnos solas. La falta de intimidad emocional en las relaciones, el no atrevernos a confesar cómo nos sentimos, o no saberlo expresar, son síntomas de la sociedad en la que vivimos.
Creemos que no nos entenderán, que nos mirarán como «bichos raros» o que nos ridiculizarán a causa de nuestras emociones. Estos miedos, vinculados a entornos no favorables para la expresión, nos llevan a ir guardando lo que sentimos hasta el punto de no poder reconocer nuestros sentimientos. Nos encontramos en un vacío, en una tristeza «sin motivo», un «no tener ganas de nada» y solas…
La pérdida de un ser querido, un fracaso, una ruptura familiar o de pareja son también causas de gran tristeza. En estos casos, la soledad, el vacío son sentimientos naturales en respuesta a la pérdida. Tenemos que transitar un duelo que implica sentir dolor. Cuando nos cuesta mucho sostenernos en el dolor, intentamos escapar de él, sin saber que este mecanismo de defensa puede empeorar la situación. En el otro extremo, la creencia de que no podemos seguir viviendo sin esa persona, nos puede desestabilizar completamente, sumiéndonos en una angustia muchas veces insoportable.
En cualquiera de estos casos, lo importante es gestionar el sentimiento de soledad y la tristeza. Es importante poder autosostenerse, acogerse a sí misma. También ayuda ir tomando consciencia de cuáles son las circunstancias que hacen sentir sola, decidir expresarse con claridad, soltar las emociones retenidas y aprender a ir hacia los demás con firmeza y seguridad. Hacer los cambios necesarios en nuestra vida para alcanzar el bienestar, es jugársela por sí misma definitivamente.
¡Gracias por tu atención!
Un abrazo,
Paula
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